domingo, 18 de febrero de 2007

Carl Lewis, el heredero del viento



Delgado, sin mucha musculatura, cuando corría era un rayo: consiguió nueve medallas de oro olímpicas


Pedro Díaz G.

Frederick Carlton Lewis nació el primero de julio de 1961, en Birmingham, Alabama, donde nació Jesee Owens, y el deporte fue para él, más que un legado, una herencia genética: Su padre fue un jugador de futbol americano, su madre saltadora de vallas (sexta en 100 metros con vallas en los Panamericanos de Buenos Aires 1951); su hermano Cleve ingresó al futbol europeo, su otra hermana, Mackie, fue récord de Alabama en 200 yardas, y la pequeña Carol se volvería saltadora de longitud.

De ella, que toca siete instrumentos, heredó su pasión por la música: Carl, antes de convertirse en El hijo del viento , estudió ballet y música, e incluso grabó un disco de rock.

Pero la herencia que se impuso fue la física sobre la musical. Una tarde, competía Carl en el torneo atlético infantil. Un hombre, al verlo, no dudó en acercarse: ¿Realmente te gusta el atletismo?

Carl asintió.

Entonces, disfrútalo.

Cuando preguntó a su padre de quién se trataba, su padre le respondió: Jesse Owens, ganador de cuatro medallas olímpicas de oro.

Según los expertos, Carl Lewis es el mejor atleta de todos los tiempos: al menos matemáticamente, pues obtuvo diez medallas olímpicas, nueve de oro.

Y pudieron ser más, pues en 1980 se clasificó para los Juegos de Moscú, pero el entonces presidente Jimmy Carter canceló la participación de Estados Unidos como protesta por la invasión soviética de Afganistán. El boicot sería devuelto.

Así que en Los Ángeles 1984, Lewis ganó cuatro medallas de oro: en los 100 metros planos, 200 metros planos, salto de longitud y relevos 4x100, duplicando la actuación olímpica en 1936 de Jesse Owens.

En 1988, durante los Juegos de Seúl, ganó dos de oro: en los 100 metros planos (tras la descalificación de Ben Johnson) y en salto de longitud.

En 1991 el equipo estadounidense en el que participó Lewis batió dos veces el récord del mundo en los relevos de 400 metros. En agosto de 1991 superó el récord de los 100 metros con 9.86 segundos, en Tokio. En 1992, en Barcelona, ganó dos medallas de oro, en relevos 400 metros, y en salto de longitud.

Cerró su trayectoria de éxitos olímpicos en Atlanta, en la que, con 35 años y contra todo pronóstico, consiguió vencer de nuevo en la prueba de salto de longitud. Antes de él, sólo su compatriota Al Oerter, lanzador de disco, había logrado nueve medallas de oro en la misma disciplina.

Sus nueve oros le convertían, junto con Paavo Nurmi, en el atleta más laureado de la historia olímpica y le situaban como cuarto deportista en alcanzar nueve medallas de oro, cifra nunca superada. Por su velocidad de vendaval dejó de ser la Pantera negra para convertirse en El hijo del viento .

Delgado, sin una musculatura prominente, cuando corría era un rayo. Erguido, la cabeza alta, los brazos en acompasado ritmo, sin dar signos del menor esfuerzo.

Pronto comenzó a sobresalir en el atletismo de su país americano, llegando a ser, durante los años ochenta, el primero del ranking mundial tanto en los 100 metros planos como en salto de longitud, así como segundo en los 200 metros planos.

Lewis siempre estuvo a favor de la denuncia permanente del dopaje, y lamentó que grandes ídolos, como luego se comprobó con el canadiense Ben Johnson, hicieran trampas al competir contra "atletas limpios", como él se consideraba.

Paradójicamente, sus medallas de 1988 de las dos pruebas de velocidad le fueron otorgadas por la descalificación por dopaje de Johnson.

Tercero de cinco hijos, pasó su niñez en Willingboro junto con su hermana Carol; observó ganar a Bob Beamon en los Juegos de México 1968 y quedó impresionado con el salto de 8.90 metros; combinó los instrumentos musicales, bailó, cantó e incursionó en el balompié, el futbol americano, la natación y el atletismo, cuando sus padres le construyeron una pista a un lado de su casa. A los 12, después de cantar en el coro de la iglesia, tropezó y se hirió profundamente en la rodilla derecha. El tendón estuvo a punto de ser cortado. Los doctores hicieron el milagro: lo curaron y él partió raudo, a la cita con ese vendaval que lograba en cada carrera.